30.9.21

Sobre algunas cosas que recordé estos días

 El newsletter que me llega los miércoles lo escribe Milagros, se llama Pantano y este último se tituló: “La memoria”. Arranca contando que cuando murió Maradona ella estaba en la ginecóloga, que se enteró en la sala de espera, que todos hablaban de eso. Me asombro de la coincidencia: cuando murió el Diego yo estaba también en una sala de espera de la nutricionista, pero nadie pareció inmutarse. Me acuerdo de querer comentarlo con ella, su actitud fue de indiferencia, así que no le dije nada. Cuando salí, me subí a la bici y sentí una necesidad urgente de rodearme de gente, de no vivir eso en soledad. Me acuerdo que toda la ciudad parecía triste, que pensé en algunas personas con las que yo no hablaba y que seguramente estarían afectados por la noticia. Pensé en escribirles, pero no hice nada, solamente volví a casa a mirar todo desde ahí.

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“Cuando se vive en el pasado se muere un poco día a día”, me dijo la mamá de un novio que tuve de chica. No me acuerdo el contexto, ni tampoco si la inventó ella, sólo la frase, que se me quedó agarrada. Ahora lo pienso como una advertencia, un presagio de lo que venía. Dejar de pensar en él me costó un montón, mis pensamientos volvían a nuestra historia como quien vuelve a un una casa de la infancia, a un lugar aterrador pero seguro.

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“Hola, me mostraron el Instagram de una influencer que se va a tomar ayahuasca y después vuelve y se hace unos tratamientos faciales con hilos de oro que le arrancan media cara, y con su propia sangre hace otra cosa que se llama vampiremask y me acordé de vos”, le escribí a alguien a quién quise mucho y el tiempo nos distanció, y me respondió “Jaja, ya no tomo más ayahuasca, ahora estoy con las cripto. Contame de tu vida”

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Me acuerdo de que en los 2010 existía una plataforma llamada Grooveshark, con mis amigos la usábamos un montón, nos compartíamos listas temáticas y armábamos unas colaborativas buenísimas cuando había fiestas de cumpleaños, de esas espectaculares que duraban hasta el amanecer. Un día Grooveshark murió, se cerró de repente, problemas legales o algo así, no sé. Yo me puse muy triste, había invertido mucho tiempo y trabajo en esas playlist. No mucho después también dejaron de existir esas fiestas multitudinarias, nos volvimos más íntimos, nos empezamos a acostar más temprano. Crecimos, la resaca ya no duraba solo el domingo, no era negocio. Ahora usamos Spotify y nos juntamos a la tarde a tomar vino, si el día está lindo, si llueve se suspende, siempre. “Los argentinos están hechos de algodón de azúcar”, le escuché decir una vez a una chica venezolana que no podía creer que nuestra vida girara en torno a la lluvia.

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Me acuerdo de un amigo que, para explicarme en qué andaba con una chica que le gustaba, me dijo: hablamos seguido y ya hubo hasta intercambio de poemas. Y me mostró la estrofa exacta de un poema suyo en la que él se refería a sus ojos, negros y chiquitos, como una noche oscura. Para mí el cortejo se afianza en el intercambio de listas de canciones. Supongo que es una versión contemporánea de cuando le regalábamos un casete grabado a alguien. No viví esa época, pero me fascina el arte de hacer una playlist, de pensar un hilo conductor, encastrar tema por tema como si fuera un rompecabezas, seguir un concepto. Hacer una lista de canciones se parece bastante a contar una historia, hay una razón para empezar de una manera, una tensión que sostener, una decisión de terminar cómo, cuándo, con qué. 

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Como Milagros, yo también me pregunto cómo funciona la memoria, cómo es que se nos ordenan los recuerdos, por qué algunos se nos hacen tan presentes y otros parecen agujeros negros, inhabitables. Durante la pandemia el tiempo se me desordenó. Volví a pensar en cosas que tenía muy enterradas, me acordé de pedazos de mi vida que pensé que no iban a volver. Una vez le hablé a mi psicóloga de esto, se me estaba haciendo muy pesado, mi cabeza parecía una represa abierta, un río feroz de nostalgia me pasaba por encima. No me acuerdo qué me dijo, pero después de hacer algunos cambios en mis rutinas, eventualmente se me pasó. La memoria tiene atajos, supongo que tenía que ordenarla un poco.

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“Hasta que me olvides / y me rompa en mil pedazos/ continuar mi gran teatro”, dice una de las canciones que conforman mi playlist favorita. Se llama “El despecho” y se trata de eso, del despecho, de cuando amaste pero ya no y queda eso que es un poco de dolor pero también de alivio. Creo que es mi mejor logro, son 42 canciones,  2 horas 38 minutos de un sentimiento que goza de muy mala fama pero que a mí me gusta mucho. No se trata de rencor o de venganza sino de algo más parecido al desahogo, a agitar el brazo y gritar “Y te me vas con esta historia entre tus dedos”, un motor que te empuja cuando todo alrededor duele, una excusa para el derrame de emociones. De todas la que más me gusta es la canción final, una de Damas Gratis que dice “me vas a extrañar porque un amor como este no fácil se olvida” porque creo que condensa bien la idea de la lista, una danza entre pasado y futuro, un recordatorio a mí misma de que esto que duele también va a pasar. La memoria también tiene atajos.

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