31.10.17

escribir, algunas cosas.

a veces pienso que ya no escribo porque estoy cansada; paso tantas horas con gente que no deseo que necesito otra cosa para apagar un poco la cabeza. mirar algo, charlar, dormir: otra cosa. nunca fui buena para entregarme ni a las rutinas ni a las obligaciones que son como desear pero al revés. trabajo, sin embargo, en el mismo lugar hace como seis años y cargo otros cinco con empleadores distintos. nunca me faltó nada, siempre pagué el alquiler y las meriendas que caprichosamente pude querer, en ese intento aspiracional de ser como el resto: elegir un café, lapicera, cuaderno y libro en mano y hacer lo propio. de verdad, nunca me faltó nada, es decir: tan mala, con eso de las obligaciones, no debo ser. supongo que eso de autopercibirme mal se lo atribuyo un poco a mis padres, quienes suelen devolverme un extrañamiento reprobatorio al respecto de las cosas que elijo para mi vida. yo querría decirles: tengo los impuestos al día, sobrevivo y seguiré sobreviviendo, no sé, creo que no hago las cosas tan mal como para que me miren así. nada de todo esto excusa el cansancio o la falta de ganas, claro. hoy por ejemplo: fue un día tranquilo, lleno de baches muertos en los que no quise o no pude escribir nada. "no quiero escribir acá", sentí, como si entregarme al teclado en mi escritorio fuera también revelarme un poco, dejar algo mío en este lugar tan hostil. algo de eso tendrá que ver con el bienestar, pensé. hubo un tiempo en el que no podía elegir, el dónde y el cómo sentir. escribía acá porque adentro me estaba rompiendo. porque el único canal de descarga que tenía era este. porque llorar llora cualquiera, pero la bola de diario en el pecho bien agarrada, bien atorada contra el esternón, no se traga ni se escupe: había que deshacerla de a poco y con calma, con dedicación. si hay algo que aprendí en estos casi tres años fue a ejercitar la paciencia, algo en lo que históricamente fallé. pertenezco a una generación que tuvo a bien desplazar el término estrés por el de angustia, que los más de nosotros queremos todo ya y ahora, acá y ahora. pero cuando se trató de aprender a vivir sin la persona que me acompañó una década entonces las cosas no podían ser de golpe, no podían ser ya. todo lo otro que pasó, sin embargo, se sintió bastante de golpe: las fotos en internet que lo mostraban en pareja, esas imágenes del terror con las que también tuve que aprender a convivir. su ausencia fue un golpe. acostumbrarme a dormir sin él, una caída libre al vacío. pero el tiempo pasó y cuando otrora fue aferrar los dedos para no morirme, porque realmente así se siente, ¿saben? o escribo o me muero, y no exagero, ahora elijo sentir que acá no, que ahora no. que mejor después, en casa, tranquila, con la luz de la tarde entrando por la ventana. y algo de todo esto tendrá que ver con el bienestar, blindado porque ahora lo que se está rompiendo es todo lo demás, una imagen posapocalíptica que nos entristece tanto a los nuestros. qué vergüenza estar bien en tiempos como estos, qué pudor que los días se me sucedan con calma. alguna vez leí en no sé dónde que cuando uno está bien no escribe. y yo pienso que quiero ser otra cosa, que lo que dé tiene que salirse de mí misma: "quiero escribir un poema que exprese mi pena y no hable de mí", atinó vicente. sé lo que soy, y porque lo sé también espero que las palabras así lo puedan. que cuando hablo del amor y el desamor también quiero hablar del mundo que nos aplasta, de este gran incendio de vidrios que es la realidad. hace mucho que no escribo, estoy cansada pero bien, y espero mantenerlo así. yo creo que es como dice silvina: crecer es pasar dos veces por el mismo lugar, sin que duela tanto. voy a intentar volver acá, entonces, pero un poco más entera.

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