3.6.16

es necesario.

1. en mis primeros años de vida, mi mamá (recién recibida de médica) hacía guardias en el policlínico de saavedra. me acuerdo ir de pequeña, no sé si a buscarla o a quedarme ahí con ella porque mis viejos laburaban todo el día y muchas veces no tenían con quién dejarme. por ese entonces fue a parar ahí un ex represor cuyo apellido no logro recordar. cuando digo "fue a parar", quiero decir: fue a morir. mi mamá es pediatra y así también era su especialidad por esa época, por lo que no tenía que cruzarse necesariamente con ningún paciente que perteneciera al terrorífico mundo de los adultos. sin embargo, también recuerdo, no con tanta exactitud pero sí con bastante intensidad, que durante el breve tiempo que ese ex represor agonizó en terapia intensiva, ella (decía) iba al menos una vez al día y se le sentaba enfrente, se le quedaba mirando, en silencio o pronunciándole algo. para recordarle, en palabras de ella, que a las ratas como él también un día les llegaba la muerte, y que no le iba a ser ni fácil ni rápida. de más grande le pregunté, un poco perturbada, por qué hacía eso, por qué no lo dejaba morirse ahí solo y ya. "porque a los hijos de puta no hay que dejarlos tranquilos", me dijo.
2. lo primero que hice cuando terminé de leer las denuncias de las dos ex novias de dante palma fue hablarle a emiliano. necesitaba que las leyera a la par. había en todo algo que me ponía mal respecto de tanta exposición, de tanto detalle. no se trataba de un asunto de credibilidad, sino de otra cosa: temía, le dije, que todo ese flujo de información les jugara en contra a ellas, se les volviera como una ola inmensa de linchamiento público. con la lucidez que lo caracterizó siempre, emiliano me contestó, rotundo, que no, que no hay que callarse, nunca. "hay que contarlo todo, flori, llegar hasta el fondo". me quedé en silencio, pero adentro mío lo había entendido.
3. hay cuestionamientos que en mi -nuestro- micromundo de pares, círculo de seres luminosos, barrix de amigxs y compañerxs de batallas diarias, no existen. no tienen cabida. a nadie jamás se le ocurriría señalar la vestimenta de nadie, ni lo apretado de un pantalón, o el largo de una remera o un escote, por poner ejemplos. siquiera mencionarlo. a los comentaristas de la nación los leemos desde nuestras oficinas, con indignación o cinismo, pero de lejos, desde la vereda de enfrente, con la tranquilidad de sabernos a la distancia. cuando en noviembre del 2014 le conté a una amiga que mi ex novio, con quién compartimos una relación de más de diez años (y que, por ese entonces, de alguna manera, aún sosteníamos), había venido a mi casa y, tras una discusión, se había violentado y amenazado reiteradas veces con golpearme (a lo que respondí escondiéndome), mi amiga, aún con un poco de sorpresa, me preguntó: "¿pero vos qué le dijiste para que se pusiera así?"
4. me llevó muchísimo más tiempo de lo que mi posición de, pongámsole, "mujer joven universitaria de izquierda" sugeriría, entender algunas cosas. recuerdo estar sentada, hace más o menos dos años, en un bar de av. las heras mientras emiliano contaba una situación de violencia que había vivido una piba de su laburo. hizo énfasis en que nadie del lugar, ni siquiera ella misma, había tenido algún tipo de reacción más que el silencio o la risa incómoda. "no siempre es fácil reaccionar", le dije. quise explicarme y sentí como si algo de muy adentro me apretara fuerte la garganta: pánico.
5. con bastante dificultad conté lo que no le había contado nunca a nadie: que a mí también me había pasado, eso de no poder reaccionar, de no poder decir que no, o "no lo suficiente" (como si hubiese, acaso, un "no" menos no o un "no" más rotundo que otro, no sé), de negarme a hacer tal o cual cosa pero que la otra persona lo hiciera igual. porque tenía más fuerza, claro. pero principalmente por algo mucho más peligroso que eso: porque podía. y lo conté temerosa, lo conté esquivando (palabras, precisiones, sentimientos). lo conté como si me costase mucho pronunciar lo que incluso ni siquiera estaba pronunciando.
6. esa tarde entendí de qué se trataba todo aquello que no podía casi decir. emiliano escuchó, con toda la paciencia y atención que sabe, siempre, tener. esa tarde lo hablé, y porque lo hablé y no bajo ningún otro contexto que no fuese ése, el de sacarlo de adentro, entendí, por primera vez, que eso que me había pasado también se llama abuso.
7. por todas esas veces que nos preguntamos si era necesario exponerse así: la respuesta es sí. es necesario.
8. por todas las veces que escuché y leí forradas apaciguadoras y de conciliación : no. al hijo de puta no se lo deja en paz. por la angustia de cuestionarnos que "si no hubiese dicho esto o aquello, entonces él no hubiese esto o aquellos", que sé, también y en primera persona, como un sintagma que me repiquetea, periódicamente, aún hoy. por todas esas cosas que nuestro cuerpo no se va a olvidar nunca.
9. y porque nunca jamás la historia de las mujeres puede separarse de la historia de los sistemas específicos de explotación, porque la esfera de la reproducción es una fuente de valor, cuya función en el proceso de acumulación capitalista es central, en la medida en que, y a lo largo de cientos de años, las mujeres han sido las productoras y reproductoras de la mercancía capitalista más esencial: la fuerza de trabajo. y de ninguna manera se puede pensar ninguna lucha de género si no es a través de estos vectores.
10. por todas las diferencias que, sabemos, nos separan los unxs de lxs otrxs y por todas las coincidencias que, igualmente, nos convocan:
mañana, 17 hs, en el congreso. es necesario.

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