sucede que rolleando el timeline de alguna red social, me topé con un video en el que pasaba más o menos lo siguiente: un albañil de algún pueblito del sur de brasil, al parecer, había encontrado un pequeño pingüino, cubierto en petroleo y en grave estado, yaciendo entre la espuma y la arena. el hombre lo limpió y cuidó hasta que el pingüino sanó por completo. de alguna manera que todavía no entiendo (como tampoco entiendo qué hacía un animalito así en brasil o qué hago yo misma cuando me voy adentrando en todas esas habitaciones oscuras de las que ya no puedo salir), ese pingüino volvió a su hogar, pleno de salud y juventud. lo que el video narró luego, para sorpresa de, supongo, aquellos que tristemente caímos en esa trampa que son las historias humanitarias de un youtube subtitulado y con final fundido a negro, es que cada año, ese pingüino nada mar arriba para asomar nuevamente a las costas de brasil donde casi pierde la vida. y yo me pregunto (tantas cosas, no), pero digo: un ave marina que recorre 8 mil kilómetros anuales con la convicción de pasar unos meses de ¿agradecimiento? ¿retribución? ¿muestra de cariño absoluto? con el humano que supo salvarle la vida.
pero vos ni siquiera podés hacerte cargo de los sentimiento que estás teniendo por mí.
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