pero te la conté igual. porque siempre me gustó la idea de que vos y yo antes que cualquier otra cosa teníamos que ser cómplices. saber los secretos más íntimos del otro, conocer nuestros gustos favoritos de helados, de pizza, de cómo tomar el café a la mañana. la complicidad de mirarnos entre la multitud y entenderlo todo, tanto más compatibles de lo que alguna vez pudimos notar. mermelada de arándanos, un pucho sí pero a la mañana, en ayunas. la última de wes, el nuevo de bolaño, los puloveres largos y de colores. el fernet con tónica, la tónica siempre con hielo y limón, vos encima y yo de espaldas. lo sabías todo, ¿te das cuenta? pero nos lastimamos lo mismo. el plato ya casi esta vació y entiendo que no es buen momento para empezar a llorar. no te sentí igual porque no fuiste capaz de cruzarme la mirada en toda la tarde que decidimos que ya era hora de vernos las caras otra vez. no te sentí igual porque hacerme preguntas sin parar es de canchero, porque yo sé que esperabas una flor 3.0 y en vez de eso te encontraste con mis ojos tristes y mi cuerpo cansado. no nos sentimos igual y ya nunca más vamos a poder estar cerca sin sabernos las peores personas sobre la tierra. siento el pasado atravesarme desde atrás de la nunca hasta la frente y caerme por la coyuntura de los ojos. el mozo me mira y disimulo, le hago un gesto con la cabeza como diciendo tranquilo, que es domingo, llueve y ni que me fuese a ir corriendo a alguna parte que no sea este mantel y este plato acabado o el budín de pan que estoy a punto de pedir. tranquilo, que adentro mío tengo que sentir que los finales son así, amargos, distantes.
(continúa)
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