tengo un recuerdo de mi infancia muy presente, y esa temporalidad se permite a partir de su reiteración: año tras año nos sentábamos a ver la entrega de los Martín Fierro. con emoción, entusiasmo, en familia. la recuerdo más a mamá, aunque sé que para ese entonces todavía no se habían divorciado. sin entender lo que ahora entiendo que son esos mal llamados premios (ah, pero mi mamá, ¿acaso lo entendía? ¿lo elegía? ¿me avergüenza?), sin entender, naturalmente, un montón de cosas, nos sentábamos frente a la tele (que nunca estaba en el living o en la cocina, siempre en el cuarto de mis papás, frente a la inmensa cama) y, entretenidos con los vestidos y las caras conocidas, jugábamos a apostar quién ganaba cuál o tal nominación. nos enojábamos porque las series de Suar nunca ganaban lo suficiente (nos encantaban). nunca llegaba a ver el oro porque siempre me quedaba dormida antes (me sigue pasando con el 90% de las cosas que no terminan antes de las 12). a la mañana siguiente, cuando me despertaba para ir al colegio, lo primero que quería saber es quién había ganado, para así llegar tempranito y poder charlarlo con las chicas y chicos que, en rituales parecidos, sí habían llegado hasta el final de la coronación.
hubo un momento en que los Martín Fierro dejaron de importar. no podría saber exactamente cuándo. un día ya no me importaba más. tampoco las novelas de Suar. tampoco el divorcio de mis padres o la inmensa cama matrimonial. ni siquiera recordaba en qué época del año eran.
hoy supe que esta noche era la gran noche. si no fuera porque tengo twitter (chiche reciente), jamás me habría enterado; tampoco estoy leyendo los diarios, ni viendo los noticieros (no tengo tele, lo cual quiere decir que no tengo cable y que en realidad la computadora se parece más a la tele que la tele misma, que en realidad se parece a un lavarropas). tampoco estoy hablando con mi mamá. ¿cuánto tiempo tiene que pasar para que te olvides de la voz de una persona? todavía recuerdo la cortina musical de los Martín Fierro y la voz de la locutora. seguro mañana en la oficina se habla de esto. segurísima. hago apuestas conmigo misma, y probablemente nunca me entere si gané o perdí. odio almorzar con la gente de la oficina.
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