el otro día soñé que hablábamos en un café. era de noche, hacía frío, teníamos bufanda y todas esas cosas clichés de chico-chica en un café. en mis sueños suelo ser muy pero muy egocéntrica, y todas las cosas que yo decía tenían un último propósito, el cual, sin avergonzarme, te confesé justo antes de despertarme: que admitieses, por todos los cielos, que entre todo ese séquito de gatitos chillones gustosas del amante-propiedad-privada-hiper-pública, y yo, en silencio, sin impermeable y a la intemperie,
te vendrías conmigo.
y si el sueño hubiera seguido, y tu cara de jugador de póker sin ases bajo la manga (tampoco que los necesites) me daba la razón, yo me habría levantado en ese instante y, dejándote mis guantes, y me hubiese ido, absolutamente satisfecha.
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