4.9.10

viaje de ida

Es curioso cómo no me interesaba estar mojándome de pies a cabeza, sin paraguas (porque los detesto) y con el viento del tren que por las vías contrarias pasaba, atropellándonos. Porque desde el encuentro en la farmacia lo supe: no iba a hacer otra cosa sino mirarte, tan atónita y tan en plan de coquetería. Nos tocó un tren muy lindo y ahí estábamos, hablando de todo lo que un viaje nos podía permitir: los padres, la independencia, la literatura colándose como buena diva de conversación que, sabemos, siempre, pero siempre. Y por qué no un poquito de pasados, los funerales, la política, inevitablemente la política. Viva Perón carajo te faltaba decir, no te diste cuenta cuánto nos miraban los demás pasajeros, y yo me divertía tanto, escuchándote en silencio, ¿cómo iba a discutirte lo tan obviamente refutable? si estabas tan lindo y los ojos te brillaban, todos podíamos notarlo. Confieso que no entendí si nos miraban por tus fervorosas declaraciones patrióticas o por pura complicidad a nuestro quesíqueno, el acercamiento inevitable del movimiento que nos hacía perder estabilidad, quetrén quetrén, quetrén quetrén y te acercás, y yo me acerco y me alejo (yo me alejo más, siempre más cobarde), quetrén quetrén con la mirada gacha, quetrén sin querer nos caemos un poco, y otra vez te miro de cerca y lo único que pienso es "cómo te mordería la nariz, ya, ahora mismo, la mordería como a un yummie o a un budín bien esponjoso, bien despacito". No que no te estuviese escuchando con atención, eso también, pero esa nariz mirándome era una falta de respeto. Y luego la llegada, la trampa, la despedida, torpe, torpísima de mi parte. Qué podía hacer para retenerte más, pensaba mientras vos seguías con los planes quinquenales o méxico o new york. Y, es cierto, la caminata desde la estación a las cinco cuadras que me separaban de mi hogar fue tremenda, sola, con esa sonrisa de idiota tan fácilmente manipulable. Es que vos no entendés, yo quise conquistarte y te invité a viajar en el Sarmiento, qué buena jugada del subconsciente la mía, qué salida más peronista que esa podía encontrar, pensaba, me río, me avergüenzo de lo que acabo de pensar.
Pero qué barbaridad haber tenido que esperar para vernos, de tan cerca.

1 comentario:

nena nena dijo...

Un consejo, mi vida: mucho cuidado con los comentarios sobre Eva Perón
(fijate que usé mayúsculas). Te adoro.