Me encontraba yo caminando por la calle Amenabar , eran las 19.30 del día martes 16 de junio del corriente año. Me detuve en la parada de colectivo correspondiente a la línea 114, hacía frío y había olvidado mis guantes en casa (no sabía que hacer con las manos). Cuando miré al piso vi un papel medio sucio y arrugado que llamó mi atención. Lo levanté, lo abrí, era una hoja rota de esas que usábamos para nustras carpetas en la primaria. Contenía la siguiente inscripción, y por la tipografía pude suponer que había sido escrita por un chico:
le hizo un par de promesas imprudentes
y así fue que de ella se aburrió.
las minitas aman los payasos
y la pasta de campeón.
Lo miré durante varios minutos. Mi colectivo llegó y dejé el papel exactamente donde lo había encontrado. No creo ser la única que hoy en día necesite semejantes señales, no podía ser tan egoísta de llevarlo conmigo.
4 comentarios:
conciso y claro.
claro y diferente.
genial
hubiera sido genial que lo inventaras, pero qué ficción tan penosa, no?
más vale entonces conseguirse unos guantes para apañar el invierno.
la poesía tajante y redonda
nunca los merqueros
tuvieron tanta razón
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