25.4.09
Reía sin motivos, y qué mejor que esa risa: pues si llora sin razón, por qué no reír, entonces. Entre tanta gente que no le significaba nada, siempre el asunto de los espacios cerrados y esa mala costumbre de seguir creyendo que existe tal cosa como la claustrofobia, el pánico y tantos de esos inventos cerebrales-pasionales que un buen día se instalaron en su cuerpecito y lo debilitaron aún más. Pero la libertad, ah, la libertad es tan otra cosa, recordó en ese momento en que se quedó sola entre tanta gente y tanto ruido. Recordó una ciudad que a gritos respiraba, se recordó a ella caminando entre esos colores alucinantes, feliz como nunca antes, feliz a miles de metros de altura, chocándose con cuanta persona pasaba (millones de ellas, hormiguitas y grillos moviéndose asimétricamente en espacios tan reducidos). Pudo recordarlo como no había podido en otras oportunidades, pudo sentir Bolivia palpitándole en el pecho. La Paz, no podría llamarse de otra manera, el caos de la ciudad más hermosa de todas, el caos y qué belleza en cada puentecito de colores, en cada pancarta sostenida por una multitud protestante, en cada adoquín en subida, cada puestito callejero. Una ciudad con olor a pollo frito y sopa de chicharrón que se le incrustó en cada glóbulo rojo de su sistema. Ah, la felicidad, esa palabra. Lo recordó todo mientras miraba por la ventana de aquél lugar en calle corrientes, miraba y pensaba: mi vida por un momento en esa ciudad que sea toda la vida que me quita Capital Federal. Mi Buenos Aires querida, aprenderé a quererte, yo te lo prometo, yo lo estoy intentando. Mirá, estoy riéndome, atontada en este barcito, escuchando a esta gente cantar, recitar. Descubrí que puedo teletransportarme pero elijo volver, elijo estar de este lado, el lado de acá, elijo la locura, la sonrisa, el hablar con extraños que se me acercan, elijo intentarlo y contarles un poco de mí. Hola, me llamo Florencia, estudio teatro, etc. Entiendo que la parte buena de la indecisión estudiantil es que, dependiendo la ocasión puedo ser la estudiante de Letras, la estudiante de Teatro, la actriz, la correctora. ¿Cómo? ¿Indecisión, leí bien? Sí, querido, sí. Qué pensaste, que esta chiquita te iba a admitir tan fácilmente las cosas. No hace falta ser un Gurú igual, pero sí, me leíste bien. Y me leíste tan mal, ah, pero esos son otros asuntos que no te incumben. Una lástima, probablemente más para mí que para vos, yo soy la de los ritos y las señales, la de los finales y los principios, la de los momentos clave, y tanta cosa maldita; empiezo a creer que al final ellos tenían razón (ellos, cómo quiénes, ellos). Las cosas hay que leerlas en orden, había que leerlo en orden, sino, he aquí las consecuencias: una chica que cree que la velocidad de una noche puede estar marcada por la subida y bajada de un globo en el aire.
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1 comentario:
se lo llama
censura.
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